Nuestro siguiente destino: DJERBA. Después de unas 2 horas
en bus, y otras tantas en louage, incluyendo el trasbordo en ferry, llegamos a
DJERBA. Una pequeña isla cuya longitud máxima son 25 km. Toda plana y con
extensas playas de arena blanca, algunas vírgenes y otras en la zona
touristique con una gran extensión de hoteles. Hay que decir que aquí los
hoteles son a lo ancho y no a lo alto, por lo que quedan más camuflados, pero
hay muchos.
Justo lo que necesitábamos después de tantos días de calor
de desierto.
Nos instalamos en la Maison de la Jeneusse, un albergue que
fue un antiguo caravanseran allá por el siglo XIII. Dos plantas de habitaciones
abovedadas que dan a un patio central, con una palmera, un pozo, … una completa
antigüedad más o menos restaurada (tuvieron que hacer baños) y que nos cuesta 6
dinars por persona la noche (calculad dividiendo por dos para tener el precio
en euros) con desayuno. Está en la capital, Houmq Souk dentro de lo que seria
el casco antiguo; estrechas calles empedradas llenas de tiendas y de cafés
donde tomar ricos citronettes y zumos de naranja.
Lo que más hemos hecho en DJERBA es relax e idas a la playa.
Aquí el calor es intenso en las horas del mediodía, pero al estar cerca del
mar, la cosa se hace más llevadera.
Aparte de la playa de la zona turistique, más allá del faro,
hay un pequeño puerto de pescadores y una playa sin hoteles y resguardada de
las corrientes de las playas que dan al norte.
También es muy bonita la zona del otro faro junto al
aeropuerto. En ella se contempla un sunset brutal.
Visitamos el fuerte que llaman de los españoles. En él, el
famoso pirata Dragut se pasó a cuchillo a 6000 aragoneses que lo defendían. Con
sus cabezas hizo un monumento para que lo viera la población que, rápidamente,
evacuó.
En DJERBA aparte del menú de siempre, hay pescado fresco y
marisco. Se nota que estamos en el Mediterraneo. Muy recomendable el
restaurante L’Ile.

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